El Zoroastrismo y el Cristianismo en la Persia Sasánida

El Zoroastrismo y el Cristianismo en la Persia Sasánida

MARCOS UYÁ ESTEBAN

A menudo, uno de los ejes vertebradores de cualquier civilización es la religión, que, en ocasiones, representa un papel crucial en la configuración y desarrollo del estado. En el caso que nos ocupa, el Imperio Sasánida, este axioma se cumplirá de manera eficaz, ya que desde el primer momento de su creación, religión y Estado irán juntos de la mano, representados en la figura del sacerdote y del monarca

Debemos de remontarnos a principios del siglo III de nuestra era para vislumbrar los orígenes de esta simbiosis. En el año 224 d. C., se   establecerán las bases del nuevo Imperio Sasánida que sustituirá al anterior Imperio Parto. Su nuevo rey, Ardashir I, convertirá al Zoroastrismo, también conocida como Mazdeísmo, fundado por Zoroastro hacia el siglo VII-VI a. C., en la religión del nuevo estado declarando su fe en Ahura Mazda, dios de la sabiduría, creador y promotor del cosmos, en detrimento de Mitra, quien había sido adorado por los partos. Mucho se ha debatido sobre el porqué de la adopción de esta religión como la base del nuevo poder. Probablemente el monarca, para legitimar su nuevo estatus, basó su autoridad, al igual que lo hicieran otros, en la religión, que en las sociedades antiguas estaba muy arraigada y era muy respetada. Además, debía de establecer, como pilar de apoyo, buenas y estrechas relaciones con el sacerdocio, y con el fin de recibir su aprobación, Ardashir I les ofreció la religión de Zoroastro corno la nueva religión oficial del Estado, comprometiéndose a difundirla por todos sus territorios siendo los mismos sacerdotes los encargados de este proceso. Otras de las causas más plausibles de esta nueva adopción fue el restablecer las antiguas tradiciones persas que databan de la época del Imperio Aqueménida. En efecto, durante el anterior Imperio Parto, hubo una cierta relajación de las costumbres religiosas, en donde la actitud tolerante fue una de las causas por las que el Imperio tuvo influencias de otras religiones, especialmente las referidas a los cultos orientales y el Helenismo, por tanto, era necesario una recentralización religiosa basada en una uniformidad doctrinal. En este último punto, también fue urgente la adopción de una única fórmula institucional cimentada en una sola doctrina. Parece ser que en los comienzos del Imperio Sasánida, existían, al igual que en el Cristianismo de la época, diversas corrientes que podrían considerarse “heréticas”. Por ello, el monarca y el sacerdocio se encargaron de unificar el Zoroastrismo basado en unas creencias y prácticas comunes que pudieran ser aplicadas en todo el Imperio, para poder así evitar que la diversidad crease conflictos internos y diversas formas no ortodoxas de la religión. El jefe de los sacerdotes, Tansar, comenzó a coleccionar los diferentes textos sagrados que se encontraban dispersos para unirlos en una nueva versión del Avesta, versión que conocemos hoy en día gracias a la compilación realizada en este periodo, en base a la tradición oral, que culminaría hacia el siglo VI, una vez que se implantó un nuevo alfabeto fonético que fuera más fácil en vez del alfabeto consonántico existente que resultaba inadecuado. No obstante, sería el gran sacerdote Karter quien bajo los reinados de Sapor I, Ohrmazd I, Bahram I y Bahram II, fue el que realmente llevó a cabo el proceso de unificación e institucionalización de la nueva religión, oprimiendo con dureza a quienes se oponían al Zoroastrismo, fundando nuevos seminarios conocidos como Herbedestan, para la preparación de nuevos sacerdotes y, además, estableció el culto al fuego no solo en territorio sasánida sino incluso en otros territorios fuera del Imperio que anteriormente fueron de dominio aqueménida y que estaban en disputa con Roma, tales como Armenia o Mesopotamia. El culto al fuego fue uno de los ejes importantes en la religión de Zoroastro, ya que el fuego significaba pureza y virtud, y para sus seguidores, “reflejo de la verdad”. Los rituales se llevarían a cabo en los llamados “santuarios de fuego”.

Como se puede apreciar, es patente que desde un primer momento, religión y Estado van unidos de la mano. En este sentido, es aclaratorio un texto árabe del siglo décimo cuyo autor fue Mas’udi: “Hijo mío, la religión y la realeza son hermanos que no pueden estar uno sin el otro, porque la religión es la base de la realeza y la realeza es el protector de la religión. Y si no tiene una base se derrumba y lo que no tiene un protector, perece” (Murug I, 586). Aquí, Arhasdir I insta a su hijo Sapor, el futuro Sapor I, a que haga de la religión su fundamento monárquico y que se muestre como protector de la religión. A pesar de esta profunda simbiosis que desde los inicios del Imperio Sasánida se observa, cabe preguntarse si realmente exístía esa estrecha relación, es decir, de esa llamada “Iglesia del Estado” de Zoroastro como fundamento único. Ph. Gignoux sostiene que la mayoría de los textos que aluden a ello son de tradición árabe-persa, compuestos después de la caída del Imperio, lo que puede suscitar que esa alianza entre religión y Estado fuera un recurso literario que se desarrolló después del periodo sasánida bajo la influencia islámica, que intentó, a veces con éxito, la simbiosis entre los dos poderes. Sin duda, puede haber indicios de que no se hubiera adoptado el zoroastrismo corno religión del Estado y que hubiera tal simbiosis. Debemos de  suponer que los primeros monarcas sasánidas o bien no consideraban al Mazdeísmo como su emblema religioso, es decir, como el portador de su grito de guerra en tomo al cual reunir a la población en apoyo de su reinado, o bien que su visión del Zoroastrismo pudiera haber sido demasiado laxa, no tan definida, a pesar de que pueden haber sido devotos de Zoroastro por su propia fe y práctica. No obstante, si consideramos la relación estrecha entre ambas, ésta no fue exclusiva en el Imperio Sasánida. Como bien se sabe, poco después, a principios del siglo IV, el emperador romano Constantino, a pesar de no dotar al Cristianismo como la religión oficial del Imperio, sí estableció una perfecta conexión entre ambos poderes, lo cual se puede pensar que ocurriera lo mismo en la Persia de los sasánidas.

Tras la muerte de Ardashir l, le sucedi6 su hijo Sapor I que mostró una apertura a la tolerancia de cultos de otras religiones minoritarias.

Tras la muerte de Ardashir I, le sucedió su hijo Sapor I (241-272), que, al contrario que su padre, mostró una apertura en lo concerniente a la tolerancia de cultos de otras religiones minoritarias, pero, sin embargo, dicha tolerancia chocaba con la rígida idea del sacerdote Karter, que pensaba que la unidad del Zoroastrismo estaba por encima de las demás religiones, que fueron perseguidas por los miembros del sacerdocio, ya fueran judíos, cristianos, nazarenos, budistas, brahmanes, bautistas o maniqueos. Este último caso, el de los maniqueos, presenta la gran influencia que llegó a alcanzar el sacerdocio no solo dentro del poder religioso, sino incluso en las decisiones del  monarca. En efecto, las doctrinas del Maniqueísmo, cuya cabeza visible era Maní, fundado en Babilonia, basadas en un culto universal asociado en la férrea distinción entre el bien y el mal, entre la luz, (Zmván) y las tinieblas (Ahriman), entre el espíritu del hombre, considerado de Dios y el cuerpo , en posesión del demonio, fueron tan del agrado del monarca, que incluso se pensó en adoptarla como la nueva religión del  Estado por su carácter más universal y popular, por ello, el monarca ordenó a Mani que ejerciera su doctrina por todo el Imperio. La nueva iglesia maniquea se extendió desde Egipto hasta la India, llegando a las fronteras orientales del Imperio Romano. Sin embargo, la gran influencia del sacerdocio desbarató esta posibilidad, y después de la muerte de Sapor I, el propio Karter logró convencer al nuevo monarca Bahram  I, de la amenaza maniquea, y mandó capturar y ejecutar al propio Maní en el año 277.

Que Sapor l fuera más tolerante con respecto a las minorías religiosas, no significa que no rindiera culto al Zoroastrismo. Durante su reinado, se construyeron cientos de “santuarios de fuego”, poniendo de relieve la estrecha relación entre los hombres y los dioses. Esta propagación de dedicatorias del culto al fuego, se debió al agradecimiento del monarca  por las campañas perpetradas en la parte occidental del Imperio frente a Roma, reconquistando antiguos territorios romanos como Armenia o la fortaleza de Hatra, situada en el desierto de Mesopotamia e incluso invadiendo Siria. Karter, que  acompañó a Sapor I,  fue encargado de reorganizar el culto a Zoroastro en estos lugares, pero, sin embargo, no disponemos de pruebas fehacientes que permitan demostrar que hubiera una proliferación  de  santuarios en pos de una necesidad de expansión del culto, sino que, más bien, los santuarios erigidos fueron, como hemos dicho, para agradecer a los dioses el éxito de las campañas militares. No obstante, esto sirvió para fortalecer y reforzar más si cabe el poder real y además, al promover el Zoroastrismo en la zona recién conquistada, el monarca intentaba unir su “nación” posiblemente con la vista puesta en la batalla contra su oponente romano en el oeste. Este hecho no era de extrañar, ya que especialmente, durante el reinado de los primeros monarcas, la fraseología religiosa mezclada con consignas y lemas políticos está muy presente en las primeras inscripciones reales sasánidas, corno por ejemplo una inscripción de  Sapor I que cita así: “Yo, Sapor, adorador del dios Mazda, soy rey de reyes de Eran y Anéran, cuyo origen son de los dioses, hijo de Ardashir, adorador del dios Mazda, rey de reyes de Eran, cuyo origen también es de los dioses, y soy el nieto del dios Papak. Yo soy el príncipe de la potestad del Eran”. El texto deja claro que el monarca reclama algún tipo de asociación genética con los dioses para él y sus antepasados, que afirma su posición como un adorador de Mazda, y que utiliza la terminología de “rey de reyes” del doble división del mundo, “Eran” y “Aneran”, refiriéndose a “Eran” como las tierras pertenecientes al Imperio Sasánida frente al “Aneran “, identificándose como tierras no iraníes. La afirmación de que él y su  padre eran ambos “adoradores de Mazda” hace que el monarca, sin duda, desee tener un  reinado en una posición política y religiosa estable. Sin embargo, esto no necesariamente hace de él una persona con un gran celo religioso y no tíene porque sugerir, aunque es cierto que se plantea, que su reino estuviera bajo una acérrima unidad religiosa. Quizás, lo que se desprende de este texto, es el uso de la terminología “Eran y Aneran”, es decir, la cuestión de cómo en divide en dos los territorios  que por un lado, pertenecen al Imperio, en donde la religión prevalece, y de otro, los que aún no están bajo órbita sasánida, pero que deben de ser conquistados para extender el culto a Mazda. Esto, junto con otras actividades de Sapor I, como la recuperación según el Denkart, (compilación del siglo IX sobre la teología del zoroastrismo, de nueve libros, del que solo sobreviven los dos primeros y parte del tercero), de libros pertenecientes al Avesta dispersos en Grecia e India, formarían parte de su política religiosa en donde los sacerdotes adquirieron un poder considerable. El hecho de que el Zoroastrismo se convirtiera en la religión oficial del Imperio facilitó la aparición de una jerarquía fija y una clara diferenciación en el reparto sacerdotal que se acentuó a finales del siglo III, comparable a la esfera de la política, donde unas pocas familias nobles ocuparon los altos cargos civiles y militares, además de que la comunidad religiosa zoroástrica se basaba en un sacerdocio hereditario que se mantuvo dentro de una misma familia.

Miniatura que representa a un páncipe Persa con su corte. París. Biblioteca Nacional.

En la época de Bahram II (276-293), hubo un punto de inflexión en la doctrina y evolución del Zoroastrismo. El nuevo monarca, disgustado por los matrimonios consanguíneos, parece, aunque más bien pudiera tratarse de una leyenda cristiana, que abrazó el Cristianismo, pero poco tiempo más tarde, por instigación de Karter, empezó no solo a perseguir a los cristianos, sino también a los maniqueos.

Las primeras décadas del siglo IV fueron especialmente tumultuosas no solo en el Imperio Sasánida, sino también en la órbita de su más acérrimo rival, Roma, en cuestiones religiosas. En el año 297 o 302, según las fuentes, en una de las muchas e interminables guerras romano-sasánidas, el emperador romano Diocleciano publicó el llamado “edicto contra los maniqueos” contra una religión que había sido expulsada de un Imperio completamente hostil a Roma, en un intento, el romano, de restablecer los cultos tradicionales en un período de crisis, al igual que sucedería en los cuatros  edictos que el mismo emperador formuló contra los cristianos, con el propósito, inocuo por otra parte, de convertir a la vieja religión romana en la salvaguardia de la crisis y posterior resurgimiento del poder romano. En este periodo, bajo el reinado de Narsés (293-302), se suspendió la persecución a los maniqueos, y se interesó por ellos, pero probablemente fue por causa más política que religiosa, ya que necesitaba asegurar a numerosos partidarios en las fronteras del Imperio Romano, donde los maniqueos eran bastante numerosos. Esta actitud también favoreció a los cristianos, ya que no tenemos constancia de que hubiera persecuciones durante este tiempo.

Pero sería con Constantino el Grande por parte de Roma, y Sapor II (309-379), por parte de Persia, cuando el Cristianismo y el Zoroastrismo se convirtieron en asuntos de Estado y en motivos de enfrentamiento entre ambas potencias. Cuando Constantino hizo del Cristianismo en el 313, la religión oficial del Imperio Romano en todo menos en el nombre, los cristianos residentes en el Imperio Sasánida se vieron perjudicados por esta nueva situación, creándose una atmósfera de intolerancia religiosa como nunca antes se había visto, motivada más por acontecimientos políticos que religiosos, ya que la nueva unidad de Roma amenazaba con resquebrajar el poder sasánida. Ante esta situación, el emperador Constantino, en una carta recogida por Eusebio de Cesarea (Vida de Constantino IV; 8-13), insta a Sapor II a que proteja a los cristianos residentes en su Imperio, si bien no se sabe a ciencia cierta si realmente existió esta correspondencia. Quizás Eusebio pretendía representar la preocupación del emperador Constantino en cuanto al Cristianismo, no solo dentro de su Imperio, sino de aquellos cristianos que estaban fuera. Durante el periodo que Constantino fue emperador, hasta el 337, hubo cierta tolerancia por parte de Sapor II hacia los cristianos, pero justo después de la muerte de Constantino, se desató una nueva guerra romano-sasánida por las divisiones internas entre los hijos de Constantino que el monarca intentó aprovechar sin éxito. Esto provocó que Sapor II, para poder seguir financiando la guerra, impusiera un impuesto doble a los cristianos que muchos se negaron a obedecer, lo que acarreó una sistemática persecución que acabó con la matanza de numerosos mártires y la destrucción de prácticamente todas las iglesias existentes en el Imperio. En el caso de la minoría judía, al no haber un condicionante político, no tuvo motivos para su persecución.

Pero Sapor II quiso ir más allá y en otra confrontación contra Roma, esta vez frente al emperador Juliano, recuperó la provincia romana de Armenia en el 363, que había sido arrebatada durante el reinado de Narsés. El monarca, una vez pacificado el nuevo territorio, hizo un intento serio de reconvertir a aquellos que habían sido bautizados y por ende, abrazados a la fe cristiana, con una serie de persecuciones con el objetivo de atraer de nuevo a la causa de Zoroastro a aquellos que habían renegado de la causa mazdeísta. Las iglesias y lugares de culto cristiano fueron derribadas, quemadas y arrasadas en todas las regiones de Armenia. Es el primer caso de proselitismo, es decir, el empeño de ganar adeptos para una causa, la adhesión al culto de Zoroastro, del que se tiene constancia en la historia del Zoroastrismo.

Yazdgi rd II intensificó la persecución a los cristianos y también a los judíos, sobre todo en Armenia en el 451. Judíos rezando. Londres. Museo Británico

Pero uno de los enfrentamientos más importantes entre los seguidores de Zoroastro y los cristianos, que comenzó a gestarse en el siglo IV pero que duraría hasta prácticamente el final del Imperio Sasánida, fue a causa de la diferencia, casi insalvable, en la forma y modelo de enterramiento de los fallecidos. Según el rito cristiano, el cadáver debe de ser enterrado ya sea bajo tierra o en algún lugar habilitado al efecto si es un personaje importante, para que pueda convertirse en lugar del culto, preferentemente en la forma de inhumación, mientras que en el modelo sasánida, el cadáver no es enterrado, sino que es expuesto en el llamado “rito de la exposición”, cuya visión cristiana de esta práctica, la tacha de brutal y abominable, ensalzando las dificultades y el martirio sufrido por aquellos cristianos lo suficientemente valientes, que practicaron el enterramiento dentro de los límites del Imperio Sasánida a pesar de las prohibiciones de hacerlo. La práctica funeraria de los seguidores de Zoroastro, recogida en la obra Vendidad, una de las escrituras del Avesta, se basa en la exposición del  cadáver asociada con la contaminación, debido a la putrefacción y descomposición del cuerpo, que desprende. Según el grado de contaminación producida, estará ligado con su rango, ya sea religioso o político. Por ejemplo, un sacerdote muerto desprenderá el llamado “nasu” u olor con más potencia, mientras que si se trata de un labrador o una persona de estatus social bajo, el olor será mucho menor. Los no creyentes, caso de los cristianos, no producirán contaminación, lo que se convierten en criaturas ahrimánicas, incapaces de contaminar los elementos  sagrados  ni la tierra.  Muchos de los mártires ejecutados se dejaban expuestos en el lugar de la ejecución, y los cristianos, cuando podían, les daban sepultura. Incluso cuando el fallecido era una importante personalidad religiosa, fuera un santo o un obispo, se montaba guardia por el temor de que los restos fueran extraídos, llevados y distribuidos a los fieles como algo sagrado en forma de reliquias que el sacerdocio mazdeísta detestaba, primero porque se utilizaban como centro de una devoción no deseada y en consecuencia, un posible aumento del número de cristianos y segundo, por el temor de que algunos de estos restos pertenecientes a personajes  relevantes de la vida cristiana, pudieran ser considerados como “nasu” a pesar de ser cadáveres de no creyentes. A finales del reinado de  Sapor  II, se acumularon en el Imperio Sasánida más de ciento sesenta mil reliquias cristianas.

El reinado de Yazdgird I (399-420), que comenzó poco después de la división del Imperio Romano en dos, Occidente y Oriente, estuvo predominado por una actitud de tolerancia hacia el Cristianismo, si nos atenemos al testimonio del historiador Sócrates Escolástico en su obra Historia Ecclesiastica. En efecto, el nuevo monarca  cesó las persecuciones y ordenó, a través del obispo Maruta, de origen armenio, reconstruír las iglesias derruidas. Sócrates hace hincapié en su relato (VII, 8, 1-20), del papel fundamental que realizó Maruta no solo como obispo, sino como embajador romano, que permitió que las relaciones entre Yazdgird I y el emperador romano de Oriente, Arcadio, fueran cordiales y amistosas, que continuarían con el sucesor de Arcadio, Teodosio II. Maruta consiguió establecer una comunidad cristiana organizada, que había sido disgregada tras las persecuciones de Sapor II y además, a través del sínodo de Seleucia-Ctesifonte  celebrado en el 410, hizo que la Iglesia cristiana persa pudiera tener su propia organización jerárquica y su propia ley eclesiástica, y en el 424, que lograra su independencia hasta entonces bajo el mando del patriarca de Antioquía.

Este aumento del número de cristianos no pasó desapercibido por el sacerdocio persa, que vio con muy malos ojos la política de tolerancia que el monarca ejercía, lo que le valió el epíteto de “pecador” por parte de los suyos. No obstante, ya al final de su reinado, y debido a la presión del sacerdocio, se reanudaron de nuevo las persecuciones. El historiador eclesiástico griego y a su vez obispo de Ciro, Teodoreto, alude, en su obra también llamada Historia Ecclesiastica, las razones de la persecución, debidas a la destrucción de un santuario de fuego de Zoroastro por el obispo Abdas, que provocó la ira del monarca y en consecuencia que mandara destruir todas las iglesias del Imperio Sasánida, así corno la captura y ejecución de  los cristianos. Cabe señalar que el autor juzga la violación de un santuario del fuego como un acto inapropiado y anacrónico, en un contexto de actitud pro-cristiana llevada a cabo por el monarca Yazdgird I durante un largo período de tiempo (V, 39, 1-6). Sin embargo, Teodoreto también afirma que la mala conducta del obispo fue usada como pretexto por el monarca con el fin de tomar medidas contra los cristianos persas, influenciado  por el sacerdocio, lo que  nos permite pensar  que la tolerancia hacia los cristianos pudiera haber sido más por conveniencia política que realmente por respeto hacia su religión.

Miniatura de una escena de la vida en la corte. Roma. Biblioteca Apostólica Vaticana.

Las persecuciones, que comenzaron durante el reinado de Yazdgírd I continuaron bajo el gobierno de  su sucesor, Bahram V (420-438), a través de Mihr-Sapor, el sacerdote máximo. Teodoreto habla de cómo los cristianos eran torturados hasta la muerte y de Ia reanudación de la prohibición del entierro que muchos cristianos violaron bajo pena de martirio. Sin embargo, en el tercer año del reinado del monarca, en el 422, se estableció un tratado de paz entre los sasánidas y el Imperio Romano de   oriente, garantizándose mutuamente la libertad religiosa entre los cristianos en Persia y los zoroástricos en el Imperio de Oriente, que duraría hasta el final del reinado del monarca. A su vez, Teodosio II, el emperador de Oriente, mantuvo un interés considerable por la situación de los cristianos en el Imperio Sasánida, por ejemplo, un obispo que había sido juzgado y encarcelado por presunto robo y usura fue liberado como resultado de su personal intervención.

Los mazdakistas abogaban por la abolición de las desigualdades sociales como la supresión de la propiedad privada. Pintura s. XVI. Victoria &AlbertMuseum.

El siglo V en el Occidente cristiano fue bastante convulso con la aparición de nuevas corrientes que acabaron en herejía. Destaca fundamentalmente el Nestorianismo, cuya doctrina consideraba a Cristo separado en dos personas, una humana y otra divina, completas ambas de modo tal que conforman dos entes independientes, dos personas unidas en Cristo, que es Dios y hombre a la vez, pero formando dos personas distintas. Propuesta por Nestorio, fue condenada en el Concilio de Éfeso en el 431, en donde además se discutió si María, madre de Jesús era solo madre de Cristo en el sentido humano y mortal, como decían los nestorianos o como madre de Dios en el sentido divino. Al final, prevaleció esta segunda idea llevada a cabo por Cirilo de Alejandría y los nestorianos fueron condenados como herejes. Esta condena repercutió en las relaciones romano-sasánidas, que obligaron a muchos nestorianos a refugiarse en territorio persa. Ya en el 428, Bahram V había destronado a la cabeza de la Iglesia armenia reemplazándolo por un obispo nestoriano, consciente del cisma que se estaba gestando dentro de la Iglesia cristiana. Posiblemente fuera una maniobra política, ya que al considerar a los nestorianos también enemigos y opositores del emperador romano de Oriente, podrían utilizarlos bajo su propio beneficio, por tanto, no fueron perseguidos, y a partir de entonces, la Iglesia nestoriana sería casi la única cristiana existente e incluso adoptaría algunas costumbres de la religión de Zoroastro. La otra doctrina aparecida, el Monofisismo, llevada a cabo por Eutiques, que solo aceptaba la naturaleza divina de Jesús, no fue declarada herética. En los siglos VI y VII gozaría, en ocasiones, del favor de los monarcas sasánidas.

Tras la muerte de Bahram V, lo sucedió su hijo Yazdgird Il (438-457), quien intensificó la persecución a los cristianos y también a los judíos, sobretodo en Armenia en el 451, tras la deposición, por parte de la Iglesia, del obispo nestoriano ratificando así las disposiciones del Concilio de Éfeso. Por otra parte, un sector de la población armenia estaba en abierta rebelión contra la autoridad de los sasánidas y de su religión. El nuevo monarca respondió con el lanzamiento de una campaña a gran escala de proselitismo contra la población cristiana de Armenia y ordenó la ejecución de algunos clérigos cristianos, hechos prisioneros de anteriores persecuciones, que languidecían en algunas cárceles en diversas partes del Imperio. Yazdgird II fue muy popular en el sacerdocio de Zoroastro por su entrega al Zoroastrismo y a la defensa de las tradiciones funerarias, persiguiendo a aquellos que no las cumpliesen. De todas formas es complicado entender la animadversión que tuvo el monarca, tras según Eliseo, haber estudiado todas las religiones del Imperio. Durante el reinado del segundo hijo de Yazdgird II, Peroz (459-484), el Nestorianismo desapareció por completo del Imperio Romano de Oriente, que se transformaría en el Imperio Bizantino, tras la caída del Imperio de Occidente en el 476. En efecto, los últimos nestorianos abandonaron Constantinopla y abrieron su propia iglesia en Nisibis, nombrando obispo a Barsauma. Esto repercutió sobre la forma en que fueron tratados los cristianos bajo dominio sasánida. La intolerancia, como en otras ocasiones, se centra en los cristianos armenios y en los judíos, especialmente en la zona de Isfahán, mientras que a los nestorianos, se les trata con respeto. A pesar de este privilegio, los nestorianos no cambiaron su punto de vista frente a las costumbres funerarias de los seguidores de Zoroastro, si bien, al menos, tras las divisiones de la Iglesia cristiana, los monarcas persas se mostraron algo más tolerantes en la forma de enterramiento cristiana, evidenciado en diversos tratados de paz posteriores con el Imperio Bizantino, con cláusulas como “la libertad de entierro para los cristianos residentes en Persia”. También durante este reinado, el gran sacerdote Mihr-Narsés, fundo varios santuarios de fuego, especialmente en el distrito de Artaxser-Xwarrah. Uno de ellos lo hizo en honor a sí mismo, mientras que otros tres eran para sus tres hijos, uno de ellos llamado Zurvandad, indicio, quizás, de algunas tendencias zervanistas de su padre, que hizo plantar en sus santuarios doce mil árboles, cifra asociada a la cosmología zurvanista.

El matrimonio entre Cosroes II y Seirem no obtuvo la aprobaci6n del sacerdocio de Zoroastro. Filadelfia. Free Library.

Gran parte del siglo VI fue dominado por los largos reinados de dos grandes emperadores sasánidas, Kavad I (488-496 y 498-531) y su hijo Cosroes I (531-579). Del reinado de Kavad I, destaca la grave crisis religiosa acaecida por la aparición del Mazdakismo, cuyas doctrinas se inspiraban en gran medida del Maniqueísmo. El nuevo monarca, a instancias del líder mazdakista, Mazdak, adoptó esta nueva religión que ofrecía grandes posibilidades para cambiar las bases de la sociedad, ya que los mazdakistas abogaban por la abolición de las desigualdades sociales en especial por la supresión de la propiedad privada. El sacerdocio junto con la nobleza, obviamente no aceptó estos cambios y se aliaron para destronar a Kavad I, sustituyéndolo por su hermano Jamasp.

Dos años después Kavad I regresó al trono, y en un principio siguió apoyando al Mazdakismo, pero la economía del Estado se resintió, en parte por una nueva guerra contra Bizancio, y por ello, viendo que era imposible establecer una sociedad igualitaria sin que se resintiera la economía, finalmente acabó con los mazdakistas. Del reinado de Cosroes I, gracias a los testimonios de Procopio de Cesarea y de Agatía, podemos conocer, aunque sea desde el punto de vista cristiano, la situación religiosa en el Imperio Sasánida durante este periodo, a pesar de que a veces se exhibe propaganda anti-sasánida y cierta animosidad religiosa. De Procopio de Cesarea vemos que las restricciones funerarias se acrecientan de nuevo, y que por primera vez, se muestra que una nación no sometida al Imperio Sasánida, como era la de los llamados ibéricos, (aluden a los georgianos, que eran cristianos), debe de seguir las reglas de la religión de Zoroastro. Cosroes I, le escribe al rey ibérico, Gurgenes, para exigirle una adopción general de las costumbres persas y prohíbe a su pueblo enterrar a sus muertos en la tierra, ordenándoles a que estén expuestos (Historia de las Guerras, I, XII, 4). Este es el primer caso registrado de un proselitismo masivo fuera de un territorio sasánida. Además Procopio cita un caso de incumplimiento funerario de un noble zoroástrico, que fue condenado a muerte por enterrar a su esposa, aunque autores como Christensen opinan que su condena fue debido a su adhesión al Mazdakismo. Por su parte Agatías, seguidor de la obra de Procopio, analiza las costumbres de la religión de Zoroastro, aunque su observación es un poco imparcial, es importante su obra (Historias o también llamado Sobre el reinado de Justiniano) ya que no contiene ninguna referencia a actos de intolerancia religiosa contra los cristianos como el hecho de obligarles a convertirse al Zoroastrismo e incluso reconvertir a aquellos antiguos seguidores de Zoroastro que habían dejado de serlo. Esto demuestra que durante el largo reinado de Cosroes I, una vez recuperadas Armenia e Iberia y la amenaza bizantina eliminada, no había necesidad de restringir la libertad de culto entre aquellos que no eran pertenecientes al Zoroastrismo, con lo que se cumplía una vez más  que, en ocasiones, las persecuciones e intolerancia religiosa eran motivadas más por acontecimientos políticos que religiosos. De todas formas, la tradición zoroástrica dio a Cosroes I el título de Anosarvan “el del alma inmortal” por hacer triunfar a la buena religión, si bien, a pesar de que su actitud hacia el Cristianismo fue siempre hostil, controló los excesos de los perseguidores.

El reinado del monarca Cosroes II Parvez (590-628), fue el escenario de una cierta actitud pro-cristiana. Según el historiador bizantino Teofilacto Simocates, autor de una obra de ocho libros sobre la historia del emperador bizantino Mauricio, el hecho de que Cosroes II se casara con una mujer cristiana cuya literatura persa posterior ha recibido mucha atención, convirtiéndose en tema de muchas novelas persas, revela que el monarca hizo un trato de favor frente a los cristianos (V, 14, 1-10). Fuentes sirias incluso dan una descripción detallada de la ceremonia de boda y aluden a que los obispos y el clero formaban parte de su séquito, y además Cosroes II construyó lugares de culto dedicados a San Sergio y Maía, la madre de Jesús. El nombre de la esposa se le atribuye a Seirem y encontramos el relato más elaborado sobre ella en la llamada Crónica de Guidi, que fue compuesta en Siria hacia el 660, obra de un autor anónimo nestoriano, que  probablemente la escribió en la región de Kuzistán. Después de la historiografía de Teofilacto Simocates hay pocas fuentes confiables que describan los acontecimientos a lo largo de la frontera oriental del Imperio Bizantino y de sus relaciones con el Imperio Sasánida. Por tanto, una fuente, como la citada crónica, que data del final del periodo sasánida, es extremadamente valiosa. El texto muestra que la boda de Seirem también fue por factor político y lo más probable es que el matrimonio entre Cosroes II y Seirem no obtuviera la aprobación del sacerdocio de Zoroastro ya que el matrimonio estaba en contra de las leyes sasánidas.

No solo la boda marcó la afinidad persa al Cristianismo occidental. Además, el patriarca de Antioquía, Anastasio, consagró tres iglesias que habían sido construidas por iniciativa del monarca sasánida, e incluso se dice, aunque fuera muy poco probable, que  Cosroes II pudo haber adorado reliquias cristianas. Según Teofilacto Simocates, cuando el embajador romano Probo, a la sazón obispo de Calcedonia, fue enviado a Ctesifonte, Cosroes II lo llamó a palacio y pidió ver la imagen de la Madre de Dios. Este se arrodilló frente a la imagen y afirmó que la figura representada se le había aparecido y le había dicho que conseguiría las mismas victorias que el gran Alejandro de Macedonia (V, 15, 9-10). Sin embargo, la afirmación de que el propio Cosroes II se convirtiera al Cristianismo no está respaldada por ninguna prueba, a pesar de los notables privilegios que gozan los cristianos en esta fase, confirmadas por la excelente relación con el emperador bizantino Mauricio, quien, parece ser, dio su consentimiento para el matrimonio entre el monarca persa y su hija María. Es muy dudoso que alguna vez se llevara a cabo esta boda, y por buenas razones más bien parece que las muchas referencias a la unión entre María y Cosroes II son una expresión de la literatura de ficción basada en el matrimonio anterior entre Cosroes I y Seirem. La actitud pro-cristiana de  Cosroes  II cambió radicalmente cuando el emperador bizantino Heraclio invadió territorios sasánidas. Persiguió a los cristianos, tanto Nestorianos como Monofisitas y para restablecer de nuevo el Zoroastrismo, fundó trescientos cincuenta y tres santuarios del fuego. A pesar de esta vuelta a las tradiciones, la tradición zoroástrica le condena como un tirano injusto, incapaz de detener la crisis religiosa y por ende la del Imperio Sasánida. Tampoco fue justo con los judíos, a quienes mandó crucificar cuando ayudaron a Bahram VI en su intento de acceder al trono. Finalmente, el colapso del  Imperio Sasánida sucedió en el reinado de Yazdgird III, cuando perdió la guerra contra el avance del Islam. El Imperio, esquilmado por las guerras contra Bizancio, fue presa fácil para la reciente creada dinastía Omeya, que al menos, respetó la cultura y religión persa con la traducción de muchos de sus libros al árabe.


BIBLIOGRAFÍA

BOYCE, M.: “On the Orthodoxy of Sasanian Zoroastrianism” en Bulletín of the School of Oriental and African Studies, University of London, Vol. 59, No. 1 (1996), pp. 11-28.

DIGNAS, B. Y WINTER, E.: Rome and Persia in Late Antiquity: Neighhours and Rivals. Cambridge: Cambridge University Press, 2007.

GHAFOORI, A.: “The Sasanian Empire and Zoroastrianism: a Symbíotic Relationship” en Orient 2012: A Near and Middle Eastem Civílizations Student Union Publication, University of Toronto (2011), pp. 29-34.

LVOV BASIROV, O. P. V.: Religious Intolerance and Proselitysation under the Sasanians. En línea, pp.1-20

POURSHARIATI, P.: Decline and fall, of the Sasanian Empire: The Sasanian-Parthian Confederacy and the Arab Conquest of Iran. London; I.B. Tauris & Co Ltd, 2008.

SARKOSH CURTIS, V. Y STEWART, S.: The Sasanian Era. The idea of Iran Vol. 3. London: LB. Tauris & Co Ltd, 2008.

SKJAERVO, P. O.: “lntroduction to Zoroastrianism” en Early lranian Civilizations, No. 102 (2006), pp. 1-68

Deja una respuesta